domingo, 21 de octubre de 2007

Existencialismo nihilista reinterpretado-revisado-reloco

Hoy me siento existencialista.

Es gracioso cuando dejamos las cosas que nos gustan o que queremos hacer para después. Lo triste es que lo hacemos muchas veces para hacer otras que no nos gustan tanto o no nos gustan en absoluto. Digo esto porque pienso, en mi más típica línea nietzscheana, que simplemente nacemos por azar y, al llegar el momento, cerramos las puertas de la vida consciente para no volver jamás.

El lector simplista pensaría rápidamente acerca de lo sombría que es la existencia en ese caso... y no lo culparía. El miedo al cese de la consciencia nos persigue como un lobo cazador. Pero este mismo miedo, al menos en mi caso, se convierte en fuerza motivadora. Éste es nuestro único baile... y hay que aprovecharlo. No estoy diciendo nada nuevo, "carpe diem".

Nietzsche y toda su línea nihilista puede fácilmente interpretarse como una filosofía existencial "vacía" (no por falta de argumentos o desarrollo teórico, si no por el "vacío existencial" en que deja al hombre, despojado de sentido y fin), pero si a esa misma visión crítica del hombre agregamos la motivación antes dicha pasa de ser un sombrío pensamiento a una fuerza interna que, me parece, nos acercaría más a la plenitud, al ubermensch... quizás no en el sentido estricto nietzscheano, pero si en un sentido más cercano a la aceptación del propio goce y del hecho de disfrutarlo. Las filosofías existencialistas que promulgan un "más allá" usualmente posponen el goce para, a mi parecer, un baile que jamás llegará. Me dan un poco de rabia esas corrientes... ¿si no ahora, cuando?... ¿y si ese "cuándo" no llega, me devolverán la única oportunidad que tuve de hacerlo?...

A veces pienso que el nihilismo tiene más de hedonista que de otra cosa. ¿Si no hay nada después, qué me impide hacer lo que yo quiera, lo que me de placer en el momento en que yo lo desee?. Y es en este sentido que vuelvo a retomar la analogía del baile. Sin duda la expresión corporal debe ser fluída y, para eso, personal y subjetiva... pero si recordamos los bailes de salón siguen cierta pauta que los hace bellos. Esa belleza sublime va de la mano de la amalgama divina del orden y el caos, lo objetivo y lo subjetivo, lo externo y lo propio. De la misma manera debemos saber como movernos por la vida, si es un vals o si es cualquier otro tipo de baile, adaptándonos sin olvidar nuestra esencia única, que le da un tinte propio al baile.

No pienso que sea pesimista al adoptar la idea nihilista de la finitud de la existencia o de la carencia de sentido, pienso más bien que me permite disfrutar mi vida más que muchas otras personas, cada beso, cada interacción, cada respiración es única e irrepetible... y es por eso que no me avergüenza, ni ahora ni nunca, el goce (propio o ajeno) en todos los aspectos de la vida (sin olvidar también que para que sea bello hay que, a veces, seguir algunas pautas consensuadas como mencioné en el párrafo anterior).

Ver la belleza en el momento, que se extiende o termina, pero nunca termina ralmente. Si volvemos (irónicamente) a Nietzsche y reinterpretamos su mito del eterno retorno comprenderíamos también que nos es imposible escapar del ciclo, y en esa imposibilidad está la belleza. Nuestro goce está predestinado a volver a suceder una y otra vez, no ignorando el sufrimiento si no integrándolo como parte del goce de vivir, de sentir el dolor, de llorar por un ser amado (¿cómo sabríamos si no que lo amábamos?), y así una y otra vez.

Me parece justo entonces reivindicar a Nietzsche y decir que la muerte no es el cese de la consciencia, que la muerte como tal realmente no existe, ya que siempre dejamos estelas de nuestro baile, rayones imperecederos en el gastado suelo de la vida, huellas en los corazones de la gente que nos amó o trabajos y pensamiento que compartirán otras personas. La muerte marca el término de nuestro baile pero también indica al próxmo bailarín su momento de danzar... quizás tome algo de lo que vió de nuestro baile, quizás no, en realidad no importa mayormente. Lo que importa es haber disfrutado y gozado el baile que se dió, porque como dije, no creo que haya un segundo.

Saludos