martes, 20 de noviembre de 2007

El Mito del Psicoanálisis. ¿Ficción o Realidad?

El psicoanálisis es la obra maestra de los largos años de represión psicológica que vivió la Europa del siglo XIX. Entendamos represión psicológica como la que podemos ver en “1984” de Orwell con su Policía del Pensamiento, que implica un tajante “no” al goce sexual, una sociedad patriarcal autoritaria sin salida, un abismo lleno de monstruos enarbolando la bandera de la virtud como estandarte de guerra. Es cosa de pensar simplemente en la literatura contemporánea a Freud para recordar pasajes oscuros de Kafka, Hesse y Nietzsche (todos, sorprendentemente, alemanes), que hablan de la inutilidad de las claves sociales, de la oscuridad en que se encuentra la sociedad europea, y a su vez también recordar que a veces los mismos autores se convertían en personajes dignos de novela y drama. Entonces, ¿qué tanto de ciencia y qué tanto de literatura tiene el psicoanálisis?

En la opinión de Roudinesco en su libro “Por qué el Psicoanálisis” (2000) la concepción trágica del hombre eleva al psicoanálisis sobre otras escuelas como el conductismo, el que propone un “hombre conductista, pobre criatura partidaria del cientificismo inventada por los adeptos al cerebro-máquina” (Roudinesco, 2000. p. 105). Independiente de lo que pueda decir acerca de la enardecida crítica que hace el autor a la escuela de Watson, que me recuerda a su vez el primer ensayo que realicé acerca de la violencia académica, es interesante constatar que el hombre, para el conductismo, en efecto no es trágico, se le despoja de esa trascendencia lírica para obtener una supuesta objetividad.

Freud mantiene la idea de tragedia en el sentido clásico de los griegos dando a sus teorías nombres de grandes personajes ficticios, tales como “Edipo Rey” de Sófocles, y utilizando también ideas propias de los grandes dramas de la historia literaria como “Hamlet” de Shakespeare (Roudinesco, 2000). El simbolismo literario que aparece en el psicoanálisis de Freud, y que más adelante prosigue con Lacan, rescata esta visión trágica en contraposición al “culto hedónico del poder identitario para promover un sujeto liso y sin rebaba, encerrado por completo en un modelo físico-químico” (Roudinesco, 2000. p. 106).

En cuanto a la crítica acerca de si el psicoanálisis pertenece a la filosofía de la ciencia, Roudinesco (2000) defiende a la teoría diciendo que Freud siempre estuvo revisando sus teorías, y así mismo también los teóricos que le siguieron: Melanie Klein, Anna Freud, la Self Psychology americana y Jaques Lacan.

Lamentablemente no todo es perfecto dentro del psicoanálisis. Los postulados kleinianos de la escuela inglesa cayeron relativamente cerca de los cimientos del psicoanálisis freudiano, pero con una nueva tierra fertilizante buscaba “mostrar cómo se organizaba la actividad fantasmática precoz según los tipos de relaciones de objeto” (Roudinesco, 2000. p. 108). De esta manera fue Klein “la primera en revelar lo que ya estaba reprimido en el niño: el bebé” (Roudinesco, 2000. p. 109).

Otra de las semillas que creció en suelo extraño fue la Self Psychology de Heinz Kohut. En vista del hundimiento del psicoanálisis norteamericano en el pragmatismo y el dogma, inventó una nueva tercera vía que consistía en pensar los trastornos de la subjetividad en función de los problemas relacionales ligados a la evolución de la sociedad (Roudinesco, 2000). Como un comentario histórico-geográfico, la self psychology tiene a mi parecer ciertos rasgos compartidos con las escuelas conductistas norteamericanas, especialmente en la atención que se le pone al ambiente. Quizás el hecho de que las dos teorías nacieron en Estados Unidos bajo una percepción anglosajona de la ciencia, modificó de manera parecida las teorías freudianas clásicas.

Lacan reestructura el modelo edípico clásico cuando habla de los “complejos familiares” en su primer gran artículo, en donde pintaba un sombrío cuadro de la familia occidental (Roudinesco, 2000). A diferencia de Klein, Lacan revalorizó al padre en el complejo de Edipo, y es por esta razón que se encuentra más cercano a las posturas freudianas clásicas que a las de la escuela inglesa. Quizás el que fuera francés no es tan irrelevante como parece. La función simbólica toma en este teórico gran potencia e importancia, y de esta manera integra lo filosófico al discurso biologicista de Freud (Roudinesco, 2000). Como vemos, la idea del hombre trágico se mantiene profundamente en la teoría lacaniana ya que, a pesar de que el hombre es revalorado en la resolución edípica, se le atribuye a la mujer “un poder infinito. Por su goce, ésta sería, según Lacan, ‘sin límites’ y, por (su) maternidad, ejerce sobre el hijo y sobre el padre un poder considerable” (Roudinesco, 2000. p. 113)

Teniendo en cuenta la manera en que se ha desarrollado el psicoanálisis, desde sus mayores exponentes en el siglo XX, estoy tentado a cuestionarme si esta teoría es tal o más bien pertenece a otra rama del quehacer humano. Quisiera entonces preguntar, volviendo a los autores mencionados en un comienzo, si existe un lazo o tema común que los englobe en un conjunto. Me parece que decir que la visión trágica del hombre es la opción más obvia para explicar su parecido, opinión casi imposible de rebatir a la luz de libros tales como El Proceso, El Lobo Estepario, El Ocaso de los Ídolos y por último, pero no por eso menos importante, El Malestar en la Cultura (Freud, S. 1929). Todos estos textos tienen en común la idea de una humanidad oscura y decadente, víctima y causa a la vez de todos sus sufrimientos. Probablemente la época insegura que vivía Alemania y sus países vecinos inspiró gran parte de estas obras y asimismo la sensación de decadencia y tragedia que leemos tanto en Freud como en los demás autores mencionados.

A pesar de la obviedad de la comparación, no es menor el resaltar a estos autores ya que vemos que las teorías de Freud efectivamente coinciden no solamente con las teorías biologicistas de la época, si no que además parecen coincidir, al menos en su parte filosófica, con la literatura contemporánea. Si bien el psicoanálisis freudiano intenta asirse de una base biológica para ser considerado una ciencia positiva, la visión trágica del hombre lo condena a su vez a un piso distinto. Más cercano a la filosofía y a la literatura, el psicoanálisis también utiliza, como hemos mencionado, a personajes míticos para dar nombre a sus complejos (Edipo).

Pero no es hasta que analicemos la autobiografía de Freud que comprenderemos la natural cercanía que goza el psicoanálisis con la literatura en vez de la artificial familiaridad que intenta establecer con la ciencia. A su vez, para continuar el análisis, debemos nombrar a Joseph Campbell, quien escribió una tesis concerniente al viaje del héroe, en donde describe el camino que debe recorrer el personaje mítico de las leyendas para convertirse en héroe. Campbell se dio cuenta de que este viaje se repetía en los mitos de la mayor parte de las culturas que estudió, por lo que dividió este camino en doce estadios (Campbell, 2005).

En el primer estadio se describe el mundo ordinario en donde el héroe vive antes de que comience la historia (Campbell, 2005). Me parece que los primeros párrafos que dedica Freud a hablar acerca de su vida familiar antes de entrar a la universidad podría ser equivalente a esta fase del mito (Freud, 1934).

El segundo y tercer estadio del viaje corresponden al llamado a la aventura y un primer rechazo (Campbell, 2005). Quizás podríamos decir que la aventura de Freud empezó en la facultad de medicina y que carece realmente de rechazo alguno. Pero si ponemos los estudios de Freud bajo una lupa podremos darnos cuenta que su interés por la biología no fue inmediato, ya que en un principio deseaba ser abogado. Incluso fue cuando sus estudios se encontraban más avanzados que se interesó en el sistema nervioso, pero no todavía en la psique (Freud, 1924).

El cuarto paso del viaje es conocer al mentor que canaliza y da direcciones al joven héroe, todavía desvalido (Campbell, 2005). Es cierto que en este punto las cosas comienzan a complicarse, ya que Freud tuvo varios maestros que le llevaron finalmente a crear el psicoanálisis. En una primera instancia está su “venerado maestro” (Freud, 1924. p 2763) Ernesto Brücke, con quien trabajó y aprendió del sistema nervioso humano y su anatomía. Pero fue Charcot el que le llevaría al quinto estadio del viaje: el cruce del primer umbral. Es en este momento del viaje en que el héroe abandona definitivamente su mundo normal para incorporarse al mundo mágico (Campbell, 2005), en el caso de Freud el mundo de la psique.

En el sexto estadio el héroe se encuentra con pruebas, aliados y enemigos; de esta manera aprende las reglas del mundo místico que acaba de descubrir (Campbell, 2005). Me parece correcto decir que un gran aliado de Freud fue Breuer, pero su mayor aliado fue su esposa, quien estuvo con él hasta el fin de sus días y a quien, por lo leído, amaba profundamente. Es de hecho después del viaje a Francia, en donde conoció a Charcot, que se casa finalmente con Martha, su prometida. Desde la autobiografía de Freud podemos reconocer muchos enemigos en su viaje, siendo sin duda el más emblemático la Sociedad de Médicos de Viena (Freud, 1924).

El séptimo estadio es el acercamiento del héroe a su meta, lleno de éxitos (Campbell, 2005). Después de que Freud estudiara con Charcot se dio cuenta de que hay algo dentro de las personas que no es conciente la mayor parte de las veces. También tenemos los estudios que realizó con Breuer acerca de los fenómenos histéricos (Freud, 1924). Si bien su lucha con la hipnosis resultó en el abandono de éste, le lleva a nuevas técnicas que eventualmente serán la base del psicoanálisis y de las fases de la entrevista psiquiátrica (Freud, 1924). Esa lucha corresponde al octavo y noveno estadio del viaje, en donde el héroe encuentra una prueba difícil que lo lleva al borde de la muerte, pero termina con una recompensa (Campbell, 2005).

El camino de vuelta corresponde al décimo estadio y tiene que ver con la normalización de la vida del héroe (Campbell, 2005). Quizás esto tenga que ver con el asentamiento de Freud en Viena ya como psicoanalista. Al formar su círculo de discípulos me parece que el psicoanálisis obtiene un estado basal de normalidad, en donde se discute acerca de la teoría y se mejoran las ideas iniciales freudianas.

El onceavo estadio es peligroso ya que el héroe se enfrenta una vez más a la muerte y debe usar todo lo aprendido para superar esta última prueba (Campbell, 2005). En el caso de Freud y el psicoanálisis, me parece que esta fase se refiere ya a los años de su vida en donde tuvo que vivir los horrores de la guerra, al perder un hijo en la Primera Guerra Mundial y al tener que escapar de la Alemania nazi hacia Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. Pero este mismo hecho le permite a Freud proseguir con su teoría, proponer la segunda tópica y mejorar la teoría de los instintos, además de llevar el psicoanálisis a Inglaterra, en donde Melanie Klein crearía otra forma de ver el psicoanálisis. De esta manera alcanza el último escalón en el camino del héroe: el regreso con el elíxir y su uso para ayudar a todos en el mundo normal y ordinario (Campbell, 2005).

Si se me permite, como hasta ahora, la licencia de seguir homologando la historia de Freud y su teoría con el viaje del héroe, me atrevería a decir que para Freud (y para la historia) este elíxir es el psicoanálisis en si. Esta teoría que, independiente de si es acertada o no, permite al resto de la psicología desarrollarse como lo ha hecho a lo largo del siglo XX. Sería sumamente parcial de mi parte negar su influencia en el nacimiento de todas las demás escuelas psicológicas, desde el antagonismo hasta el protagonismo que pueda tener.

Quizás Freud tenga ciertos rasgos megalómanos al considerarse el héroe y protector del psicoanálisis, pero no deja de sorprender la manera en que la historia del psicoanálisis se asemeja tanto a un viaje mítico, de esos que podemos ver en los cuentos folklóricos de casi todas las culturas. Es por esto que, finalmente, me atrevo a decir que el psicoanálisis, independientemente de su afiliación a la ciencia, de la construcción de su teoría y de la aplicación clínica que pueda tener, sin duda goza de una rica mitología y un gran lazo con la literatura, desde su teoría hasta su autor.


Referencias Bibliográficas.
  • Campbell, J. (2005). El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, Madrid: Fondo de Cultura Económica de España.
  • Freud, S. (2003). Autobiografía. En S. Freud, Obras Completas (pp. 2762 – 2800). Madrid, España: Editorial Biblioteca Nueva.
  • Freud, S. (2003). El malestar en la cultura. En S. Freud, Obras Completas (pp. 3017 - 3067). Madrid, España: Editorial Biblioteca Nueva.
  • Roudinesco, E. (2000). El Hombre trágico. En E. Roudinesco, ¿Por qué el psicoanálisis? (pp. 105 – 114)