lunes, 23 de abril de 2007

La violencia académica en la batalla de los sexos.

La violencia es un círculo vicioso que nos atrapa, una red que se extiende en el tiempo desde hace muchos años atrás y que está arraigada en lo profundo de nuestro cerebro más primitivo. En su momento, las conductas violentas nos ayudaron a sobrevivir los duros primeros miles de años de la evolución humana, pero en el siglo XXI estas conductas primales son cada vez más inadaptantes, en especial al interior de la sociedad.

Por otra parte, hemos llegado a un punto en la historia en donde tanto hombres como mujeres aspiran a la “igualdad diferente”, es decir, a ser tratados de igual manera, al mismo tiempo que mantienen las diferencias que el género les proporciona.

El artículo “Género v/s Género” de Jiménez y Ojeda (2006) trata de esto. Los autores plantean la pregunta acerca de la identidad sexual, de la lucha para explicar el nacimiento del “género”, de si estamos determinados desde la biología o la cultura a ser los hombres de una manera y las mujeres de otra. A su vez, menciona a la psicología como disciplina clave para desentrañar el misterio de la configuración de los roles sexuales y cómo “el deseo y el placer encarnados en cada persona y la forma en que cursan biográficamente y buscan satisfacción no son nada de obvio” (Jiménez, J.P.; Ojeda, C. 2006). Al final, lo que intenta este texto es crear la pregunta para superar la intolerancia a la diversidad.

Por su parte, en el texto “Idea Médica de Persona” de Acuña, podemos destacar varias ideas útiles para el análisis posterior, como por ejemplo, la capacidad de ver en el paciente no a una persona que simplemente consulta para que la ayuden, no a un mero ente receptor, si no que a un receptor activo en la interacción con el terapeuta. El texto, a su vez, pone el acento en las relaciones inter y trans-personales como la base de un “encuentro ético/estético (que) tendría así un carácter configurador mutuo como resultado irrenunciable del encuentro personal genuino” (Acuña, J. 2006). Al final del texto, se propone la idea de que existe una conciencia errada del otro distinto, y es desde esta concepción despersonalizante que nace la dialéctica normalidad/anormalidad.

Por último, el texto en que más centraré el análisis, “Raíces y Razones de la Violencia: Cultura, Poder y Género”, de Marcela Cubillos (2006), trata acerca de la violencia masculina como método de coacción hacia la mujer, práctica que se mantendría en el tiempo por la visión de que “es algo natural”, visión compartida tanto por los hombres como por las mujeres.

Leyendo este texto resulta innegable aceptar que la cultura occidental está plagada de métodos coactivos violentos para mantener un supuesto orden. En este sentido, Cubillos atribuye la aceptación de estos métodos, entre otras razones, a:

“La paternidad que no logra constituirse más allá de la dimensión simbólica patriarcal, como falo significante de la capacidad genital, de la potencia de procrear, directamente vinculada a aspectos narcisísticos primitivos. Esta distorsión del yo masculino adulto genera enorme vulnerabilidad, por donde estos hombres se deslizan a un abismo de inseguridad yoica y son proclives a la furia por injuria narcisística. Es la posesión de la mujer, como dominio sobre un cuerpo – territorio, lo que los confirma en su identidad de género, confiriéndoles seguridad y valor.” (Cubillos, M. 2006, p. 445)

Este párrafo llamó mi atención, ya que al explicar la perpetuación de la violencia contra la mujer, muestra una visión del hombre bastante sesgada. Existiría una visión, a mi parecer, sumamente parcial y generalizada en los círculos académicos acerca de lo que cada género debe hacer y lo que debe dejar de hacer. En ella se plantea que la violencia es perpetrada por el hombre y transmitida por la mujer a sus hijos a través de conductas violentas hacia éstos, producto de la frustración que experimenta en la relación con el hombre. De esta manera se mantendría, a juicio de Cubillos, la cultura de la violencia (Cubillos, M. 2006). Sin embargo, creo que existen más razones, al menos en nuestra cultura moderna, por las cuales la violencia permanece en el tiempo como un modo “aceptable” de coacción.

Son estas diferencias entre los géneros, ya tatuadas en nuestra idiosincrasia occidental, las que imprimen sus prejuicios en todos los aspectos de la vida, marcando pautas de conductas como, por ejemplo, abrirle la puerta a la mujer o que se le pague más al hombre. Tomaré el texto de Cubillos para hablar un poco más de esta violencia, enfocándome en el “mundo académico”. Es importante reconocer que es normal y comprensible encontrar en los textos académicos prejuicios en cuanto al concepto de género, ya que por sobre nuestro título y rol profesional somos primero humanos y después hombres o mujeres. Sin embargo, a mi entender, no es algo que deberíamos pasar por alto, ya que cualquier prejuicio entorpece la “objetividad” de una investigación.

Es importante señalar que, basándonos en el supuesto de que lo que somos está circunscrito a nuestra corporalidad, entonces pertenecemos a la raza humana primero y después, independientemente de la idea de género que tengamos o nuestra orientación sexual, somos machos y hembras, con responsabilidades biológicas distintas, desde la más obvia en la que el hombre penetra y la mujer recibe.

Aún a pesar de estas diferencias, nuestra misma biología nos pone en la paradoja de la diferencia igualitaria, ya que si bien un alelo de un cromosoma nos diferencia, todos compartimos una herencia genética relativamente similar. Sin embargo, y partiendo del mismo evento que nos define como pertenecientes a la raza humana, nos vemos escindidos. Desde esta división natural nace la división artificial a la cual, culturalmente, ponemos de nombre “hombre” y “mujer”, inventando nuevos roles para cada uno, por ejemplo la caza y recolección en las sociedades más primitivas o la crianza de los niños y el sustento económico de la familia.

La violencia se vuelve un problema cuando el hombre comienza a crear su medio ambiente, el medio social. Al volverse éste cada vez más especializado, la violencia y las conductas agresivas que antes nos habían servido a los hombres para cazar, empiezan a manifestarse contra la propia comunidad y sus individuos. Esto me lleva a concordar con Cubillos al considerar a “la violencia como una realidad cotidiana” (Cubillos, M. 2006, p.404), lo que es algo bastante perturbador ya que la desvalorización del otro distinto altera la relación y así mismo la percepción del propio yo, poniendo en peligro la salud mental de las personas en muchos niveles (Acuña, J. 2006).

Como mencioné antes, incluso los círculos académicos y teóricos no pueden escapar de cientos de años de prejuicios cuidadosamente implantados en el imaginario colectivo acerca de la mujer y del hombre. Por ejemplo Freud postuló que las mujeres sentían envidia del pene, lo que es, a mi parecer, bastante violento, ya que se puede interpretar como que las mujeres no se aceptan como mujeres, y que se es mujer porque no se pudo ser hombre.

Esta violencia teórica se repite en el texto de Cubillos también, pero a la inversa. En “Raíces y Razones de la Violencia” se pone a la cultura patriarcal de occidente como razón y causa de los constantes abusos y agresiones contra la mujer, se habla de los hombres como seres que ven a las mujeres como simples objetos en los cuales pueden descargar su ira, humillación o degradación producidas en el mundo exterior a la relación de pareja (Cubillos, M. 2006). También se menciona que el mundo mestizo es una organización social nacida de la violación, y usando esta palabra, de por sí sumamente violenta y agresiva, deja de lado toda posibilidad de aculturación, que no significa falta de cultura o deterioro de la misma, si no más bien la adición (ad-culturación) de nuevos patrones de una cultura a otra, con la cual ha mantenido una relación estrecha y sostenida en el tiempo (Cuche, D. 1999). De esta manera se mantienen en el discurso académico ciertos niveles de agresión propias de la cultura en que vivimos, lo que se traduce en trabajos menos tolerantes de lo que quisiéramos, que a la postre mantienen el trato violento entre los géneros.

El problema, me parece, son los “grados” de violencia que aparecen en estos textos. Muchas veces, estas ideas acerca de la diferencia entre los géneros están tan arraigadas en nuestras creencias que es difícil detectarlas en los textos, pero sin duda son ideas falaces que debemos erradicar de cualquier tipo de argumentación seria.


Es importante destacar que la violencia es bidireccional, es decir, no solamente la mujer es víctima de conductas agresivas, sino que también el hombre, como pudimos notar en el texto de Cubillos, es violentado en las ciencias sociales. Esto me lleva a pensar que mientras las relaciones inter-géneros se sigan basando en una “batalla” por la igualdad, la intolerancia a la diversidad seguirá echando raíces en nuestra cultura y será cada vez más difícil desterrar estas falacias de nuestro vocabulario.

Referencias Bibliográficas.

- Acuña, J. (2006): “Idea Médica de Persona”, en Gaceta Universitaria, Junio 2006, Año 2, Vol. 2, Nº 2, pp. 142-143.

- Cubillos, M. (2006): “Raíces y Razones de la Violencia: Cultura, Poder y Género”, en Gaceta Universitaria, Diciembre 2006, Año 2, Vol. 2, Nº 4, pp. 439-450.

- Cuche, Denys (1999): “La noción de cultura en las ciencias sociales”. Nueva Visión. Buenos Aires.

- Jiménez, J.P; Ojeda, C. (2006): “Género v/s Género”, en Gaceta Universitaria, Diciembre 2006, Año 2, Vol. 2, Nº4, pp. 359-360.

N.d.A: Los textos pertenencientes a la revista Gace Universitaria pueden encontrarse de manera electrónica en Gaceta Universitaria.

domingo, 15 de abril de 2007

Neruda

"No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma."
Pablo Neruda.

Siempre he tenido sentimientos encontrados con Neruda. Nadie duda de su capacidad literaria, pero en lo personal no me gusta mucho su prosa, la encuentro en general sosa y es peor cuando la lee el mismo... pero no sé qué me picó hoy y de casualidad me topé con el Soneto XVII. Estaba escuchando música en el Winamp y sin previo aviso empieza a sonar un tema de Presuntos Implicados: Soneto XVII.

Me llamó profundamente la atención ese párrafo porque me sentí identificado. Nunca he pensado que el amor sea perfecto, hermoso y para siempre. Si pienso que, como una planta, tiene momentos en que florece y se marchita y vuelve a florecer, si se le riega y se le cuida. Y de esta manera el amor es algo oscuro, algo que no conocemos, que nos es imposible fingir, que se esconde (tan bien a veces).

Es difícil el amor y amar es igual de difícil. Y no me refiero solamente al amor de pareja, si no a todos los tipos de amor. Cuando no estás en tu casa por un tiempo recuerdas cuánto amas que tu mamá te lave la ropa, pero cuando estás ahí recuerdas que no amas tanto cuando te pregunta acerca del trabajo. La oscuridad del amor se extiende en todos los niveles de la vida, con tu pareja, con tus amigos, en los lugares que frecuentas, en la música que escuchas...

Así que yo amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma.

Los amo oscuramente, en secreto, desde la sombra.

domingo, 1 de abril de 2007

Quiero tantas cosas.

Quiero volver a ser niño para leer los mismos libros que leí... y agarrar muchos más y leerlos también.

Quiero llegar a viejo para releer los libros de mi niñez... y disfrutarlos tanto como los disfruté hace tiempo, con otro sentido.

Quiero vivir ahora mismo, dejar de lado los libros científicos y volver a encantarme con las novelas, los personajes entrañables, los hijos de puta, los buenos, los malos; salir y hablarle a mis amigos nunca de teorías, siempre de sucesos imaginarios imposibles.

Ahhh... ¡quiero tantas cosas, y tengo que esperar tanto para tenerlas!